
APUNTES PARA OTRO: “Tornasol” de Hugo Quintana
Por Sergio Rodríguez Saavedra
A esta breve historia o parahistoria, ya que se constituye ahora, viene a sumarse “Tornasol” de Hugo Quintana, una obra “compuesta” en la más literal de las definiciones. Una obra donde convergen cuatro obras, cuatro estilos y tonos, quizás de un autor que aspira más que a escribir poesía, usar la poesía abierta para hacer precisamente el poema social, el que habla por y para todos. Un deambular de nombres propios: Oliverio Girondo, Serguéi Esenin, Pablo Neruda, Octavio Paz, junto a Víctor Jara (sobre todo Víctor Jara) y aquellas menciones a la cercanía de la amistad, ratifican que la apuesta coral, no lo es simplemente en sentido estético, sino que también está decididamente intencionada hacia el hombre como sujeto que viene a completar la obra, ratificadas en los excelentes poemas que funcionan a manera de prefacio y postfacio.
Desde el inicial Multi‐viajes hasta Crónicas de la Aldea, pasando por Identidad y Un Destello de Luz Oscura, encontramos no sólo un conjunto de poemas si no que un corpus constitutivo de la identidad que tras un siglo forma la poesía chilena actual. Aunque esta intención no sea manifiesta, e indudablemente, podamos acceder a autores de la universalidad, lo cierto es que dada la particular situación de Hugo Quintana, como profesor, editor y poeta, no puede dejar de llamar la atención que más de algún pensamiento sobre nuestra cultura, se deslice en los textos acercando la experiencia a la reflexión.
En Multi‐viajes de Brevis Karpien, asistimos sociológicamente a la constatación de la ausencia y la soledad del exilio, que por fuera deja el viaje y por dentro la soledad, carga que miles de personas han llevado de un lado a otro: “Pero hay cadáveres abandonados / empujados por los vientos a errar por los cerros / multicolores / en busca de quienes quemaron sus cuerpos / bajo estas entrañas.” Pero también asistimos al paso de un motivo central de la escritura signada en Chile durante las últimas décadas. La escritura como huella de la ausencia y el dolor que forjó a nuestra “Generación de los 80”, y en cuyo momento, se provocara un deslizamiento “hacia atrás”, si me permiten la expresión, abarcando a generaciones que ya se habían instalado a este lado del tiempo.
Identidad, escrita por ese otro yo llamado Ricardo Fernández, segundo libro del corpus, entra en el acto experimental, donde los espacios, los intertextos, sitúan las categorías del observar y experimentar como parte del proceso lógico que tiene el trabajo con la palabra, donde otra vez nos guiña con un Juan Luis Martínez o un Carlos Cociña, esta poesía tanto de la ciencia como de la conciencia. A mi particular gusto, una de las partes más atractivas de este proyecto de Hugo Quintana, donde la actitud metapoética en el sentido que le diera Enrique Lihn, cobra especial vigor al sensibilizarse con elementos cercanos y no perder su comunidad con el sujeto como ocurre en el texto inicial “Declaración” o en “Un tipo diferente”. Pensar y sentir, dos ramas del mismo pecho que tiene la escritura.
La tercera parte “Un destello de luz oscura”signada por Antonio Caeiro, homenajea ese ritmo interiorista que posee la poesía del portugués Fernando Pessoa. Desde el título adviene la interrogante si será otra forma de asumir los códigos poéticos, una relación más sutil que analice la finalidad del ejercicio, pero ya a poco andar nos encontramos a este lado del amor, al oeste del Paraíso, el amor –era que no– que se hace parte de la observación, o mejor dicho, de la iluminación; en palabras del poeta: “A lo lejos / un voceo nos despierta. / El sol de la mañana / tiñe las cortinas / cuando Noviembre / hace brumas / en el calendario. // Para todos comienza lo mismo. // Para nosotros: / las paredes / las sábanas / no son las mismas de siempre. (Poema 102).
La cuarta y última parte “Crónicas de la aldea” de Alejandro del Valle se tiñe de la poética del “lar” que tanto ha seducido a nuestra escritura desde hace ya 50 años. Ahora bien, todo proceso tiene su evolución y sin duda el larismo no es ajeno, así lo constata este conjunto, que aunque situado en la provincia y su tiempo, no escatima su borde de ciudad –digamos que la biografía de Alejandro del Valle, nos dice que se ha desarrollado en Chillán– en cuya línea lo que sobrevive es el tono: “El asiento nº 13 / estaba ocupado. / No es tanta la mala fortuna / que me persigue. / De todos modos / esa tristeza / es lo único que he podido / conseguir.”
Como verán, tenemos un material inmenso para cotejar, más allá de este acercamiento, simplemente una introducción a la lectura, y no aún al problema, quizás ciertos versos no resueltos. Sobra por ejemplo la duda inicial ¿Por qué un autor que domina las formas literarias asume el ejercicio travestido de múltiples voces? La respuesta que atisbo es su título “Tornasol”, es decir cambio, reflejo, luego, leo en Hugo Quintana la constante de una tradición cambiante, que sigue en perpetuo movimiento, y que un autor de este siglo no puede –no debe– negar. Así, esta obra entra a nuestra literatura tanto por sus buenos textos, como por la lectura que hace –que nos hace– de la poesía nacional. Si a esto le agregamos la novedad, la ubicación del rango coral, estamos ante una auténtica obra abierta. Abrámonos entonces a estos cuatro caminos.
Fuente de info: http://www.santiagoinedito.cl/presentacion-de-tornasol